En 1952 realiza su primera exposición y pronto inicia una carrera de gran proyección. A lo largo de su trayectoria configura un estilo muy personal. Sus composiciones van del cubismo de los años 50, a la abstracción de los años 60, para desembocar en los cuadros que mejor definen e identifican a su autor y que le reportaron fama nacional e internacional: Las composiciones figurativas que, partiendo de una concepción clásica del espacio del cuadro, del domino del dibujo, de una homogeneidad de formas y armonía de colores, tonalidades, luz y oscuridad tradicionales, llegan a resultados completamente contradictorios que producen una ruptura final de los esquemas clásicos. A primera vista, uno cree estar ante una serie de naturalezas muertas, trastos viejos colocados de una manera ordenada en el espacio del cuadro. Es entonces, y a partir de ahí precisamente cuando se entabla una lucha interna tremenda (belleza-horror) entre dos elementos o valores tradicionalmente antagónicos, con todo tipo de objetos misteriosos y punzantes que generan espacios de angustia y pesadilla.