Comienza su carrera artística con los maestros Francisco Esteve Botey y con Daniel Vázquez Díaz, con el que posteriormente volverá a coincidir en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Sus primeras pinturas son de tendencia costumbrista, pero pronto evoluciona hacia un lenguaje más abstracto fruto de su relación con pintores americanos y algún español como Gerardo Rueda. Es entonces cuando comienza a rellenar sus obras con su personal iconografía creando mundos utópicos repletos de maquinarias que serán una constante a partir de entonces y que recuerdan a los mundos fantásticos de Klee.
Hay que destacar la importancia de la obra gráfica en su trayectoria artística, medio por el que obtiene gran reconocimiento y que aprende de manera autodidacta buscando nuevos caminos de creación, ya que la técnica aprendida en la Escuela de Bellas Artes le parece excesivamente dogmática tanto técnica como estéticamente. Como consecuencia de lo anterior, es nombrado jefe de taller del Grupo Quince en 1972, cuyo objetivo es el acercamiento de la obra de arte a un número de público mayor. Éste es un taller de grabado y galería de arte clave dentro de la escena gráfica española de la época. A través de la dirección de este taller de grabados inicia en el arte de la obra gráfica a artistas de la categoría de Rafael Canogar, Lucio Muñoz, Bonifacio, Andrés Nagel, Mitsuo Miura y Darío Villalba entre otros.
Pertenece al Grupo de Cuenca junto con Antonio Saura, Gustavo Torner, Gerardo Rueda, Eusebio Sempere y Fernando Zóbel al que ayuda en la fundación del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca en 1966.