En 1945 Suárez comienza a trabajar en el estudio del arquitecto gijonés Antonio Álvarez-Hevia, donde tiene por compañero a Joaquín Rubio Camín. Animado por los pintores Evaristo Valle y Nicanor Piñole, organiza junto a Camín y al periodista Arcadio Baquero el I Salón de Navidad de Gijón en el año 1948. Ese mismo año, Antonio Suárez rechaza una beca ofrecida por la Diputación Provincial para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y entra en contacto con los pintores de la Escuela de Madrid. En 1951 se marcha a París donde reside unos años y donde conoce las vanguardias artísticas y a algunos de los futuros miembros de El Paso. De vuelta en Madrid, retoma la abstracción que había abandonado durante su estancia en París y añade a su producción pictórica la realización de murales y vidrieras.
En 1957 funda el grupo El Paso, junto a Antonio Saura, Rafael Canogar, Manolo Millares, Manuel Rivera, Luis Feito, Manuel Viola, Pablo Serrano y los críticos de arte Manolo Conde y José Ayllón. Todos los miembros del grupo tienen en común la realización de una pintura abstracta y muy oscura, quizás como reflejo de la España del momento, que recuerda a los tonos de las pinturas negras de Goya. Con los años, a partir de finales de la década de los setenta, la paleta de Antonio Suárez se ilumina y se vuelve más matérica, más serena.
En la obra de sus inicios se puede apreciar su interés por la mujer y una clara conciencia social. Con los años la forma se va diluyendo con los empastes de la pincelada hasta evolucionar a un expresionismo abstracto que se mantiene hasta el final, siempre con una base figurativa. Gran experimentador, él mismo fabrica la pasta y los colores con polvos y aceites que posteriormente aplica con ayuda de pinceles y espátulas.
