A finales de la década de los setenta propone junto a Miguel Ángel Campano, Manolo Quejido, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Pérez Mínguez, Carlos Alcolea, Carlos Franco, Luis Gordillo, Chema Cobo y Herminio Molero un nuevo estilo de pintura que se saliera del debate abstracción-figuración que se denominó Nueva Figuración Madrileña. Apostaron por un arte basado en la figuración, que se alejara del compromiso político y social y del oscurantismo del informalismo, plasmando su imaginario interior a través de una provocadora paleta de color.
En sus primeros años Albacete hace una relectura de la obra de algunos representantes de las vanguardias europeas como Cezanne, Matisse o Picasso, donde se puede apreciar la huella del expresionismo abstracto americano y del pop art. Trabaja principalmente en series, haciendo uso de un cromatismo vital, y con una iconografía que será una constante a lo largo de su trayectoria artística: la figura humana, el bodegón y el paisaje. Aunque siempre se ha mantenido dentro de la figuración, en los noventa se ha mostrado abierto a planteamientos más abstractos, especialmente en las obras de carácter geométrico, que se han relacionado con plasmaciones pictóricas de resonancias musicales.