Pasa su infancia entre Extramadura y Albacete y tras la Guerra civil tiene que trasladarse junto a su padre a Orán (Argelia). En 1946 participa en una colectiva en el Museo de Orán, junto a Picasso, Matisse y otros grandes pintores contemporáneos. Su fama salta a París, ciudad en la que fija su residencia desde 1947.
Durante sus inicios en la capital francesa y en la Escuela de París, pasa por una etapa con ciertos ecos cubistas propios de esta escuela, aunque personalizados por su gusto y pincelada expresionista. Su estilo mantiene la figuración expresiva anterior que poco a poco deriva en abstracción. Con unos contornos sueltos y colorido sombrío, contrastado con algunos trazos de colorido vivo, la atmósfera de sus obras recuerda a El Greco y a la pintura española del Siglo de Oro que Pelayo había conocido muchos años atrás. El tipo de composición de cada obra en cuatro pinturas independientes pero a la vez relacionadas, deriva hacia 1965 en composiciones en los que los cuadros actúan como viñetas formando un conjunto narrativo relacionado con coplas populares que Pelayo escuchó en su infancia.