Trabaja con la inspiración que procede del entorno natural en un sentido amplio, donde tienen cabida también el tiempo y sus ritmos, los fenómenos biológicos, la vida botánica, en sus manifestaciones más o menos evidentes, y la fascinación por lo pequeño y por lo inmenso.
Esos eventos, y sus formas no reconocibles, no pautadas, quedan registrados subjetivamente en su pintura, creando un peculiar inventario de criaturas, de sistemas y de sucesos. Su práctica es sutil, casi meditativa y se concentra en el instante: en el ritmo, las posibles armonías, el color y la vibración.
La pintura al agua –acuarelas, tintas– proporciona una práctica sutil, casi meditativa, donde todo se concentra en un instante: vuelos, aleteos, la dispersión de las semillas, los caminos de arrastre, los nudos, la comunicación entre especies, la savia desplazándose… El color es un invitado que rema a favor del movimiento y de las formas (el cuerpo que contiene sueños y deseos), a menudo orgánicas y a veces dúctiles, como algunos metales preciosos.
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