Sus primeras esculturas son obras figurativas, torsos humanos tallados en yeso, tomando como modelo la escultura griega arcaica, aunque los juegos de volúmenes y los valores de la masa lo acercan al lenguaje de Henry Moore. Tras su vuelta a España e iniciarse en el trabajo del hierro evolucionará hacia formas más abstractas, no imitativas, preocupándose por la introducción de espacios abiertos en la materia. Abandona la imitación en busca de la innovación. A partir de 1957 cambiará las líneas horizontales y verticales por unos ritmos más movidos. Posteriormente comenzará a trabajar también el alabastro y el hormigón, eligiendo el material en función de sus posibilidades de trabajo.
Desde la década de 1980, se especializa en la instalación de piezas de grandes dimensiones en espacios urbanos o en la naturaleza, que contraponen la masa y el espacio. Así, sus esculturas salen de su encierro en los museos, «toman la calle» y se acercan a cualquier persona que lo desee. Algunos ejemplos son “Peine de los vientos” o “Elogio del Horizonte” en las que la naturaleza interviene como un elemento más, sin forzarla. Recurre al viento y al agua, intentando que todos formen parte de la obra.
