Hablar de Barjola nos obliga a mencionar su temática, recurrente a lo largo de toda su trayectoria, y siempre de un gran contenido social, en la que destacan entre otros los temas de tauromaquias, los retratos apócrifos, las maternidades, y las escenas de camerino. La llegada de la Guerra Civil supone un duro golpe para él y su obra futura será fiel reflejo de los trágicos episodios que se sucedieron en España. En 1943 se traslada a Madrid donde cursa estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoce de primera mano las obras de los grandes maestros del Museo del Prado que le influyen en su obra posterior: Goya (especialmente en su tratamiento de lo social, lo miserable), Velázquez, El Greco, El Bosco… Una beca de la Fundación Juan March en 1960 le da la oportunidad de conocer a los maestros franceses como Matisse, Soutine, Rouault y Bracque y a los Belgas Ensor y Bacon a quienes debe su estilo. En estos años su obra evoluciona de un estilo semi-cubista hacia una nueva figuración donde prima la abstracción de las formas y una pincelada expresionista de tonos muy sobrios. A partir de estos momentos se suceden las medallas y las exposiciones por todo el mundo.
En 1970, su pintura adquiere un carácter más expresionista, con rasgos procedentes del informalismo y otros de la figuración de Bacon, Picasso o de Kooning. Los espacios se vuelven más ordenados, su obra estará ligada a lo sórdido, se vuelve más subjetiva. En 1980, su paleta evoluciona hacia tonos medios, las gamas de grises son el tono imperante y aparecen tonos rosas y azul pálido, sus obras adquieren mayor colorido y ritmo, con un trazo más extenso.