Sus obras, consideradas dentro del realismo mágico, reflejan motivos costumbristas, aunque también ha realizado retratos. Son resultado de una larga contemplación, durante la cual intenta captar la esencia de los objetos sencillos que presenta y los matices de luz que éstos reflejan. Teniendo como base la figuración, al aplicar los colores pastel en el lienzo, con total delicadeza y de manera irreal como algunas acuarelas de Turner, hace que la composición parezca abstracta, desenfocada. Al marchar a Madrid en los años 60, la artista cambió los tonos de su obra por otros más oscuros y las obras perdieron la luminosidad tan intensa y característica. A su regreso al Sur volvió a aclarar su paleta.
Desde los años 90 la artista se interesa por las esculturas fundidas en bronce y coloreadas, que reproducen, de manera realista, esos mismos objetos que aparecen en sus pinturas.